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Re-enmarcarnos para sanar

Revista Uno Mismo

Lucía Sepúlveda dialoga con Vladimir Huber

Cambiamos el marco desde el cual nos paramos para mirar el mundo, tenemos media hora inhalando y exhalando con la boca abierta, hacemos estirar con una torsión de columna y paramos como una grulla: todo eso iba incluido en el Seminario de Desarrollo Integral, que Vladimir Huber traía en la maleta al desembarcar en Viña desde Santa Mónica, Califomia, donde actualmente completa su master en psicología. Despojado de toda solemnidad, cálido, entretenido y chistoso, encara al grupo como lo haría un experimentado animador de un programa de TV en vivo. Aunque ha vivido 25 años en el extranjero, no hay nada en su voz que denote ese hecho: habla «en chileno», con el lenguaje de la gente común. Nos hace reír, nos hace llorar, nos enfurece, nos deja mudos o sorprendidos, pero, sobretodo, cuestiona seguridades, concepciones tradicionales y roles, en un trabajo grupal planeado de modo que distintas generaciones se mezclan, enriqueciendo los contenidos de la experiencia. Así lo hizo al entregar su seminario a grupos de trabajadores de los turnos nocturnos de una empresa de Viña del Mar, la ciudad desde donde emigró en 1969 para «re-enmarcarse» él mismo, abordando un barco carguero del que, en cierta forma, nunca se bajó. También trajo su terapia a Valparaíso y Santiago, apoyado por instructores con los que desarrolla áreas de trabajo corporal y del plano mental incluidas en el sistema que practica

Al iniciar el taller, que se extendió a lo largo de cuatro días, en horas de la tarde, escogimos cómo queríamos ser llamados allí; y, desde ese minuto, comenzaron a abrirse las cajitas de Pandora que cada uno llevaba. Una mujer pidió que la llamáramos «abuela», y se sorprendió ella misma al decirlo, descubriendo que lo que más le alegraba en ese momento de su vida era escuchar a su nieto nombrarla. Otra señora, de más de 70 años, decidió que su nombre sería «Mamá»… El terapeuta, cargado de títulos obtenidos en universidades norteamericanas, se presentó simplemente como «VIady», y comenzó explicando que la práctica intensiva que nos presentaría era todo lo contrario de las soluciones de «parche curita»: «Trabajaremos con una visión integral del ser humano, tomando todos los planos: físico, mental, emocional y espiritual. Todo está relacionado, todo es una unidad, una gestalt. Queremos llegar a tener, en el presente, una visión total de la realidad, asumiendo que el todo es más que la suma de las partes. Crearemos un ambiente para trabajar con las emociones más profundas, esas que quedan guardadas a veces durante largos años, quizás desde el mismo momento de la concepción. Es entonces cuando comenzamos a acumular información que, sin embargo, puede perderse muy adentro, y de allí tenemos que rescatarla. Para eso haremos breathwork, un tipo de respiración que nos vuelve a cómo respirábamos al nacer, y nos ayuda a trabajar los problemas emocionales. Esta terapia la aprendí con los doctores Gay y Kathlyn Hendricks, de la Universidad de Colorado «. Para el equilibrio en todos los planos, el taller incorpora una práctica de lohang chi kung, una disciplina complementaria al tai chi, que, en esta ocasión, enseña Femando Palomino. VIady explica que ese conjunto de técnicas proporciona un nuevo enfoque para observar nuestra realidad, un «re- enmarcado» (reframing, en California) mediante el cual es posible salir del estancamiento y la enajenación producidos al verlo todo siempre desde una sola perspectiva. El taller va alternando trabajos prácticos del grupo con VIady y los instructores, con exposiciones que tratan temas como la culpa, las relaciones sadomasoquistas o el estrés laboral. Con el mismo tono liviano y juguetón con el que ha cautivado a los participantes, él se dirige a una participante que objeta lo expuesto y apunta, certero: «Te estoy echando a perder el negocio de víctima, ¿verdad?» Describe luego una relación de pareja adulta, cuyos componentes son el respeto, la dignidad y el amor, y diagnostica que quien protesta y considera casi imposible llegar a lo que se describe está revelando, precisamente, que tiene esas carencias en su relación. Llama luego a examinarnos, en distintas áreas, personales o de trabajo, para determinar qué tipo de relaciones establecemos allí. El personaje del «Happening con Já», conocido como Espinita, es tomado por todos como el prototipo que permite ver cómo un mismo sujeto, en algunos momentos, desempeña el rol de «sometido» (se arrastra ante el jefe), pero ante los empleados se comporta como el que domina. Y recuerda que, históricamente, el ejemplo típico de sadismo está dado por el pueblo alemán, en la época del nazismo, cuando Adolfo Hitler era el padre, dominador, y el pueblo alemán era el dominado. Define al adulto como «aquella persona que asume un 100% de responsabilidad sobre su vida». Con un gráfico, ejemplifica los desequilibrios existentes en las relaciones humanas, muchas veces enfermizas, aunque sean estables. Destaca que hay matrimonios que celebran las bodas de oro, pero eso no significa necesariamente que han tenido una relación sana y adulta. Muchas veces se trata de una relación de padre-hija, o o madre-hijo, en lugar de una pareja verdadera. Surge el tema de las personalidades autoritarias que existen, muchas veces, en el ámbito familiar. Sentencia VIady: «El que no tiene claridad respecto de su propia vida, quiere regir la vida de los demás». En la pareja, advierte que las relaciones se deterioran cuando la mujer crece y el hombre se queda estancado, rígido en las concepciones que siempre tuvo sobre el rol de una esposa, por ejemplo.

Flexibilidad

Se refiere también a la necesidad de incorporar la flexibilidad como una característica que permite resistir las tensiones de la vida moderna, siguiendo los principios del Tao Te King. Recuerda que la ingeniería actual ha recogido estos conceptos incorporando esta cualidad de «cimbrarse» a la estructura de los edificios de California, que están diseñados así precisamente para poder resistir los terremotos. Explica que el ejemplo contrario lo protagonizó hasta hace poco tiempo la empresa IBM, que estaba organizada de una forma tradicional, rígida, con una pirámide inamovible y sin espacio alguno para la creatividad. Debió ser reprogramada para poder sobrevivir en un mercado en que la competencia tenía justamente los atributos contrarios.

Una de las técnicas que utiliza Vladimir Huber es el breathwork,
un tipo de respiración que nos vuelve a cómo respirábamos al nacer,
y nos ayuda a trabajar los problemas emocionales.
Aconsejó leer el Tao Te King, de Lao Tzu, poniendo todas las sentencias en primera persona. Hago ahora la prueba, mientras reviso las notas del taller. «Si quieres que algo se contraiga, primero debes dejar que se dilate. Si quieres deshacerte de algo, primero debes dejar que florezca. Si quieres tomar algo, primero debes dejar que te sea dado. Esto se llama la sutil percepción de la forma en que son las cosas», dijo el sabio chino. «Si quiero que algo se contraiga, primero debo dejar que se dilate», repito, personalizando: la resonancia de la sentencia es muy diferente. Otra frase del Tao Te King ilustra ese punto que se reiteró en el seminario: «Flexible como un árbol en el viento, no tiene en vista ningún destino y utiliza todo aquello que la vida pone en su camino «. Es sencillo, tan sólo cambiar el sujeto y quedarnos «re-enmarcados», mirando los cambios desde otra perspectiva.

El Trío

Uno de los momentos culminantes del taller se dio al jugar al Trío. Porque el taller también es juego, en este caso, de roles. Y un día todos jugarnos (por turno) a ser terapeutas. Cada trío incluía tres roles: el paciente, el observador neutral y el terapeuta. Las reglas del juego se definieron al principio y eran muy simples:
El observador neutral permanece en silencio y no expresa ninguna emoción corporalmente.
El terapeuta escucha y habla desde el corazón.
El cliente tiene todas las herramientas para solucionar sus asuntos.
El terapeuta no da consejos ni emite juicios.

La experiencia mostró, en todos los casos, la extrema dificultad que se le planteaba al improvisado «terapeuta» para ajustarse a las reglas, evitando los juicios y consejos. Al mismo tiempo, nos asombró cómo esta actitud de quien jugaba el rol de terapeuta permitió a cada uno de los pacientes mirarse para adentro encontrando en su interior la respuesta que, primero, pedía al terapeuta. Antes de que el grupo se repusiera de la alegría de ese descubrimiento, antes de que la sensación maravillada de recuperación de la autoestima se hubiera desvanecido, VIady cerró el juego, para señalar: «Ojo, esto se da a cada rato en la comunicación humana. Muchos de los que nos buscan, están pidiéndonos que seamos su terapeuta. Por teléfono, en la oficina, o en la casa. Todos los días emitimos juicios y consejos. A veces hacemos verdaderos monólogos de receta, esa es nuestra tendencia, parece… Así que examinemos cuál es nuestra conducta cuando eso ocurre». Y entonces viene la rebelión de «Mamá», la participante que sostenía que era totalmente legítimo dar consejos (a sus hijas, ya casadas) y que a esta teoría no le encontraba ningún sentido. Con cariño y suavidad, VIady le recordó los resultados de esa práctica, relatados por ella el día anterior: distanciamiento en la familia, rupturas dolorosas que se prolongaron durante años, conflictos. «¿Vamos a darle de comer en la boca a un hijo cuando ya ha cumplido los 15 años?», ironizó. Sugirió entonces estar alerta para evitar actitudes que dañan e impiden crecer.

Romper barreras

Los cambios derivados de esta experiencia de desarrollo integral pueden darse en el taller o posteriormente, ante iniciativas que cada uno puede emprender, como por ejemplo, conversaciones sostenidas con la madre para conocer detalles del parto o el embarazo … VIady añade: «A algunas personas les pasa algo en el plano emocional el primer día, cuando comienzan a romperse las barreras que bloquean la memoria celular. A una niña le salieron ciertas marquitas en los costados de las sienes, y recapitulando, conversando posteriormente con su madre, se enteró de que, para su nacimiento, habían empleado forceps, y las marcas permanecieron durante semanas… En otro caso, se presentaron salpullidos en la piel de un paciente que se liberó así de toxinas acumuladas. Y hubo otra situación más especial aún, en que después del trabajo con la respiración, una persona comenzó a despedir un fuertísimo olor que parecía inexplicable, como de hospital. Descubrió posteriormente que su madre había sido cloroformada para el parto». Es el día final del taller y VIady guía de nuevo al grupo hacia las colchonetas, para inducir la respiración catártica por última vez. Música oriental, timbales, van de a poco introduciéndose en el espacio interior que se abre con ese aliento que entra y sale, tensionando todo el cuerpo una vez más, en un esfuerzo titánico que no es grato. (No entiendo para qué nos abrigamos tanto, me acaloro cada vez más; quiero estar como el primer día, cuando, luego del esfuerzo, llegó la nada, el flotar, la luz; no quiero estar como el segundo día, cuando mi mente divagaba pensando si esto tendría el mismo resultado que la respiración de fuego en yoga, o si la técnica se había extraído de la meditación dinámica de Osho. Quiero dejarme llevar por la música y que no me duela la parte baja de la nuca que, de pronto, se me puso rígida. Coloco mis propias manos en las sienes, me induzco una relajación profunda, entro en mi espacio interior y me dejo llevar para sólo sentir. Y, entonces, viene la catarsis, inesperada, remecedora, vísceral.) Todos, de alguna manera, estamos tocándonos emocionalmente. La «abuela» también llora, y revela que entendió que no tiene para qué ser siempre el payaso del grupo, que ahora puede sacar afuera su dolor, las lágrimas contenidas, esa opresión que le fabricó una enfermedad de la que se tratará en estos días. VIady reitera: «El taller termina, pero eso no signiifica nada. Quizás algunos procesos apenas comienzan; para algunos de ustedes tal vez el momento de la catarsis va a llegar después, ahora se han estado defendiendo con esto de que les duele la espalda o el piso es muy duro o la música muy fuerte. Y ese proceso lo va a desatar cualquier estímulo externo, porque ya han quedado preparados. Hay que permanecer atentos».

En el taller se crea un ambiente para trabajar las emociones más profundas,
esas que quedan guardadas a veces durante muchos años,
quizás desde el mismo momento de la concepción.

Importaciones

Pocas horas antes de regresar a California, VIady se da tiempo para responder interrogantes surgidas después del taller.

¿Pueden ser válidos para Chile métodos «made in USA», a la medida de una sociedad enferma de violencia donde, por ejemplo, el caso del juicio a 0. J. Simpson ocupó durante meses la primera plana noticiosa? ¿No sería lógico, quizás, que si estas técnicas se crearon allá, se demostrara su utilidad en casa antes de que las importemos?
No se puede hablar de la sociedad norteamericana como de algo uniforme. Se trata de un país que es un continente, con un sistema federal, grupos raciales muy diversos y muchas religiones, una sociedad ecléctica. Lo que ocurre por un lado no tiene nada que ver con lo que sucede en otras partes. Las ciudades tienen una gran diversidad. Creo que una sociedad, como tal, no exporta. Quienes lo hacen son grupos. Estas técnicas vienen del mundo académico. El breathwork, por ejemplo, de la Universidad de Colorado, otras de la psicología transpersonal, de Perls y otros.

Este concepto del respeto, de asumir que el paciente tiene todas las herramientas para sanarse, ¿es dominante actualmente, entre los terapeutas norteamericanos?
No, no lo es. El terapeuta todavía ejerce el poder, esto que nosotros hacemos no es lo típico. Lo típico es el aprendizaje intelectual, con poco trabajo físico y emocional. Y esto ocurre porque hay una tendencia a oponernos al cambio, a evitarlo. Es más relajado hacer lo que se acostumbra, y eso que pasa en la vida cotidiana, también sucede entre los académicos. Allá, estos métodos constituyen una avanzada, y se relacionan, por ejemplo, con las investigaciones de Bernie Siegel, un médico que aplica este enfoque al cáncer, apuntando a la relación que hay entre cierto tipo de emociones reprimidas, como la ansiedad, y la aparición del cáncer. Este es un tema que me propongo investigar en el futuro inmediato.

Esta terapia que estás difundiendo, ¿tiene el respaldo de la Universidad de Santa Mónica como una suerte de «paraguas» respecto de su solidez académica?
Este trabajo era parte del programa que nosotros desarrollábamos allí. Lo hacemos en un equipo interdisciplinario en el que se va puliendo todo, buscando hacer un mayor servicio a la persona, integrando la gestualidad, interpretando las «banderas» o señales que la persona da. Por eso, también trabajo aquí con otros instructores como Fernando Palomino, profesor de tai chi y lohan chi kung, por ejemplo; o Beatriz Yáñez, una profesora de filosofía que nos remite a la antigua Grecia; y un filólogo, Carlos Bustamante, que habla de la sabiduría de la India. Así vamos ampliando la realidad. Tenemos la tendencia a ver nuestros valores como lo correcto, y no tomamos en cuenta que nuestra sociedad es muy joven, no vemos que hay culturas que desconocemos por completo.

Cuando estuviste viviendo en México, ¿te conectaste con las culturas de los pueblos indígenas?
Estuve trabajando allí como periodista freelance y también escribiendo artículos para el CONACYT, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Esa es una sociedad muy activa. Imagínate: ¡Hay 11 diarios de la mañana! A mí me tocó hacer la ruta recorrida por Hernán Cortés, desde el puerto de Veracruz a Ciudad de México, con Jacobo Dulzin, un señor mayor que era un caminante empedemido y se había propuesto emular a ese personaje histórico… Yo lo acompañaba para hacer un reportaje testimonial de esa experiencia. Recorrimos 442 km en 18 días. Entonces, veíamos las distintas culturas indígenas y pude apreciar otra visión de la vida, más fraternal y comunal. Son pueblos que viven más en relación con la comunidad que con el «yo». A ellos, lo que más les interesa es el bienestar del conjunto. El grupo vive mucho mejor , más hermanado. En México existe una gran mezcla de culturas, y lo indígena presenta influencias española y árabe.

¿Cuál es tu visión de los problemas que hoy acosan a los chilenos en materia de salud mental?
Pienso que los cambios producidos por la rápida evolución de la economía chilena, han producido dos tipos de estrés, el positivo y el negativo. El positivo ha sido una energía creativa que ha beneficiado a toda la sociedad por las transformaciones económicas operadas, que nos hacen ser parte de la «aldea global» en que se ha convertido el mundo a raíz de la globalización de la economía. El negativo es que la tecnología avanzada que se abre paso rápidamente en Chile genera temores de inestabilidad laboral, inseguridades que se expresan en irritabilidad, agresividad, desdén y desinterés por el bienestar personal y social, aumento del consumo de alcohol y drogas… Parece que, en Chile, las cosas muchas veces se hacen al revés. La ciudad de Santiago tuvo que convertirse en un lugar insufrible para que, sólo entonces, las autoridades comenzaran a exigir convertidores catalíticos. Los gerentes de empresas comienzan a preocuparse del estrés de sus empleados y trabajadores porque ahora hay ausentismo laboral. Debido a ello, los psiquiatras dan licencia por estrés, lo que antes no ocurría, porque no se necesitaba. El cuadro se nota más en las mujeres, porque son las que consultan, pero hay hombres igualmente afectados que se dicen a sí mismos: «Yo me la aguanto». Aquí, de nuevo, volvemos al tema de la flexibilidad. El que se cree más fuerte, el rígido, precisamente ese es el que se quiebra. Esto se puede proyectar incluso en las empresas. Las empresas de hoy no se pueden dar el lujo de ser rígidas, deben ser flexibles; el dilema que tienen hoy es cambiar o morir. Los ejecutivos no pueden pensar como lo hacían hace diez o veinte años, cuando sólo competían entre sí. Ahora lo hacen con el extranjero. Todos estos cambios requieren una evolución integral de los empleados. Es positivo que SENCE esté apoyando la solución de estas necesidades mediante la capacitación y el descuento de impuestos otorgado a cursos que apuntan en esa dirección.

¿No es eso muy funcional para las gerencias, con un razonamiento que los haría incentivar esos cursos para que los empleados trabajen mejor y produzcan más para la empresa?
Bueno, yo trabajo con las «trancas» de las personas. Lo que hagan al estar menos acosados por esas trancas, es asunto de cada persona. Pero, en realidad, pienso que lo que ocurre es lo contrario, pues el individuo aumenta su seguridad en sí mismo. Por lo demás, a las empresas que les va mejor es a aquellas que tratan mejor a sus empleados. Aumenta la productividad de la gente. En Estados Unidos, el Ministerio del Trabajo le solicitó a la Universidad de Harvard un estudio para medir la cantidad de recursos que las empresas más exitosas invierten en sus empleados, y los beneficios que obtienen de esa inversión. La investigación comprobó que mientras más invierte una compañía en su personal, más éxito obtiene en el mercado. Por ejemplo, se vio que la compañía Xerox obtiene 30 dólares de ingreso por cada dólar que invierte en sus empleados. Yo estimo que las compañías chilenas que tienen una mentalidad moderna también están preparadas para empezar a hacer ese tipo de inversiones en sus empleados. Esa es, por lo demás, mi propia apuesta en estos viajes de trabajo a Chile, en los que he encontrado buena receptividad en las empresas para este planteamiento.

¿Cómo ha sido este «volver», luego de 25 años de recorrer mundo?
Es grato, aunque quien llega no es el mismo que partió. Todas las experiencias vividas, y la formación adquirida, me posibilitan hacer cosas que no podría haber encarado si hubiera permanecido en Chile. También me alegró el reencuentro familiar. Tengo una re-visión de lo que me gusta de Chile, y siento que tengo algo que aportar a esta sociedad.

Rescatar la información acumulada desde muy adentro en nuestro interior,
para luego reenmarcar nuestra experiencia, es parte del trabajo
que nos ayuda a realizar este seminario.

¿Es visible para ti la huella de los años de autoritarismo?
El país ha cambiado mucho. Me fui cuando gobernaba Eduardo Frei Montalva, volví con el segundo gobierno democrático. Durante el período que transcurrió entre medio, no puse mucha atención en Chile. Trataba de vivir donde estaba, no buscaba chilenos afuera sino prefería estar con la gente del lugar y compenetrarme de su cultura. Ahora, puedo seguir más de cerca lo que ocurre. Con la CNN, el mundo se ha achicado. Antes, rara vez se hablaba de Chile, al menos donde yo estaba.

¿Quiénes te han influido en lo personal? ¿Te sientes un aventurero?
Mis padres, en primer lugar. Mi padre era político y acabó sin un peso; era un hombre muy honesto, admirable. Mi madre, que tiene 76 años, tiene una mentalidad muy positiva y ha sido un gran aliento para mí. Ella enseña teatro, estudia, es muy viva y formidable, y ha tomado tres veces este curso de desarrollo integral… En cuanto a lecturas, Hermann Hesse me ayudó -con su concepción de la vida- a reestructurar la mía. En ese mismo sentido actuó la universidad en Estados Unidos, que era un violento contraste con mi historia. Yo venía de un colegio inglés de Viña en el que todavía imperaba un estilo de educación victoriana, con palizas incluidas. Y entonces conocí las obras de Piaget, Montessori, Ivan Illich. Fue un cambio muy radical. Después de estudiar en Nueva Jersey, viví y trabajé en Madrid y Barcelona, y luego estuve en Andorra, Holanda y Suiza. En 1983 volví a Estados Unidos, donde estudié Comunicación en la Universidad de Columbia, para luego trabajar de productor en Hollywood. Sí, claro, en ese sentido soy aventurero. Recoriendo el mundo descubrí esa fuente inagotable de recursos que todos compartimos, pero a los que generalmente no les permitimos convertirse en realidad.

¿Qué nos dirías desde la escalerilla del avión? ¿Qué preocupación te queda en la mente?
Chile está pasando por cambios enormes. Quisiera que el boom que se experimenta en materia de logros económicos fuera más equitativo, y que, en todos los niveles, los chilenos se preocupen del medio ambiente. Estuve en Isla Negra y vi que había gente que botaba la basura en bolsas a la vera del camino. Es necesario ayudar para que eso no siga ocurriendo, educar a las personas que no toman conciencia de este problema. La gente destruye algo que es parte de ellos mismos, es su entorno. Todo ser es dueño de la tierra. No se dan cuenta de que va a costar diez veces más hacer la limpieza del plástico y el aluminio con que estamos sembrando la superficie de la Tierra. Quisiera que todos vieran más allá de la punta de sus narices y percibieran que están destruyendo este país tan hermoso. Creo que esto habla de una convivencia humana que es deficitaria. Yo espero que el progreso económico no distancie al ser humano de su comunidad, que sea algo que ayude a unir a los chilenos.