Niños de mil colores

Vladimir Huber > Poesía > Niños de mil colores

Publicado en la Revista Paz y Caridad, Madrid, julio 1976

Niños de mil colores

Por Vladimir Huber

El hambre en el mundo
Fui a la Biblioteca Nacional a preparar el artículo que pensaba hacer sobre el hambre en Latinoamérica. Pedí el libro de Josué de Castro, «Geografía del Hambre», y mientras esperaba a que me lo trajeran me puse a escribir un pequeño prólogo, un poema, que se fue alargando, enmarañando, que no podía detener. Me empujaba, me gustaba y apasionaba escribir sobre niños. Siempre me han causado mucha lástima; son los eternos postergados, engañados. El libro de Josué de Castro vale la pena leerlo, ya que él es uno de los científicos más respetados y que mayor experiencia y conocimientos tiene sobre el hambre en el mundo. En los dos artículos anteriores no había querido usar su libro, ya que le quería dedicar un artículo completo; pero no fue así.

Niños de mil colores

I

Tus manitas enjutas, mustias
caídas, no esperando ni haciendo
sólo allí, viendo al tiempo pasar.
Tus ojos sin esperanza
porque no tienen nada que esperar
ya han comprendido el nivel de evolución humana
y mirando al vacío, se entregan a la nada.

Tu boca, seca y enjuta
anquilosada y floja por la inactividad
habla, para recordarte que existe
y a veces mastica una limosna
que no es más que un pan duro
rancio, tirado al pasar, no por amor
sino que para paliar ese sentimiento de culpa
que llevamos, los que comemos a diario.

II

Tú te limitas a callar, a sentir frío
a dejar que tu vientre se hinche
con líquido y aire, con dejación.
Si parece que fuera a estallar
o a pegarse a tu columna vertebral
como queriendo unirse en esa terrible soledad
de los olvidados, de los no productivos
de los cuales no podemos obtener ganancia.

Niño moreno, de las cálidas tierras
de padres viajados, vejados, comprados y vendidos
ahora te toca a ti enfrentarte
con lo que la Historia quiere callar
pero, que se le atraganta y no puede.

Niño rojo, diezmado, aniquilado
y luego puesto en pueblos, apartado
se te aconsejaba no salir de allí
prisionero por ser de piel roja, olvidado, usado
como aquel niño amarillo, amarillo
esclavos y sirvientes por generaciones
viendo a sus padres aparecer en libros
en el cine y en espectáculos, haciendo de payasos
ridiculizados en su cultura, su madre …
por ser amarillos, pecado eterno

y el blanco, también olvidado en muchas regiones
pero llevando el pandero
con la batuta en la mano
responsable, por su papel de líder
de esos millones de niños postergados, prostituidos
trabajando y nunca recibiendo un salario
desde niños, desde muy niños
sólo, por haber cometido el error de ser niños

III

Y ahí estás tu, mestizo infinito
con algo de tus hermanos del Asia
con la piel un poco más morena
por lo que quizá algo de rojo o negro
se añadió a tu sangre, para que diera ese tinte
y te mezclaste con el blanco
y con toda esa gama de latitudes
diste algo singular, algo diferente
con gente como Gabriela Mistral, Neruda
o Vargas Llosa, Fuentes, García Márquez
o más al norte, Asturias
y muchos otros, largo de enumerar
y pese a todos ellos, igualmente olvidado, postergado.

¿Será que cuando comemos
nos olvidamos del que no lo hace?
¿Será que nuestro mundo
es tan neurótico, aislado e inseguro
que no tiene tiempo para mirar al lado
para echar una ojeada al hermano que llora?
¿Vale la pena siquiera preguntarse todo esto
o son sólo preguntas lanzadas al viento?

Tiempo tardará, antes de que tengamos tiempo
para preocuparnos de los niños de vientres hinchados
o de los otros, que por vientre tienen la espalda.
Tiempo habrá de pasar, antes de que a los niños
se les considere como humanos, incorporados
y no como criaturas mendigantes
recorriendo calles y cerros, por un trozo de pan.

IV

Mucho camino habremos de recorrer
antes de que cada niño pueda ocupar libros
y saber cómo hacerlo.
Igual como la comida no la pueden tocar
por mucha lástima que produzcan
y por muchos huesitos famélicos que muestren
también, los libros son algo que les privamos
¿Temor a que despierten, a que se den cuenta
a que lean estadísticas y vean a todos los otros niños
que como ellos, no pueden comer ni leer?

No hay duda de que el miedo ha regido la Historia.
Ha hecho imperios, y luego los ha derribado.
El mismo deseo de poseer
no es más que una muestra de inseguridad, de miedo
y nuestra sociedad tiene un temor incalculable
del cual estamos totalmente ignorantes
ya que no lo queremos ver.
Pero si un niño quiere un plato de comida
no lo hace por miedo o inseguridad,
lo hace por supervivencia, por naturaleza
y si desea un libro que leer, padres sanos tener
es porque vislumbra lo que le conviene
y si no lo consigue, tarde o temprano lo dirá
a veces calmadamente
pero generalmente, con rabia, defraudado porque se ha dado cuenta del engaño.

V

¿Hasta cuándo seguiremos engañando a los niños?
Nos debiera de sonrojar, un poco que fuera
el que engañarlos se haya convertido en tradición.
Pero seguimos nuestro paso vacilante
no importándonos el número de bocas vacías
o el ruido que hacen al caminar
porque cuando caminan, crujen.
¡Si parece que se fueran a quebrar!

Niños, niños de mil colores
todos olvidados por igual
lo que no deja de ser democrático
al menos no hacemos distinciones.

Niño, ser engañado, por ser niño
tu paso errante, sufrido y golpeado
no tiene recompensa
ya cuando creces, eres un niño grande
igualmente engañado, con el mismo paso errante.

¿Despertarás del sueño a que te han inducido?
Tengo confianza en que sí
si no, quizá no me ocuparía tanto de ti.
Tu dolor me duele, tu congoja me aproblema
siento tus huesitos salientes, me tocan.
Tus lágrimas ruedan por mis mejillas
me llega el frío de tu alma
y pienso: ¡¿hasta cuándo?!