Geomundo, recorriendo a pie la ruta de Cortés

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Geomundo

Recorriendo a pie la ruta de Cortés

Texto y fotografías: Vladimir Huber

La emoción acumulada en varios meses llegaba a su límite. Todo lo esperado estaba allí. Todos queríamos partir, pero nadie sabía exactamente qué iba a ocurrir. La inquietud era parte de la aventura que nos disponíamos a comenzar.

Jacobo Dultzin,»el caminante empedernido», como le ha llamado la prensa, me había hablado de realizar una caminata desde el Zócalo de la ciudad de Veracruz hasta el Zócalo de la ciudad de México, en la que nos tardaríamos 18 días para cubrir un trecho de 422 Km, partiendo el 1° de mayo. Pensé que era buen tema para un reportaje, y me puse a estudiar con Jacobo la ruta, climas, alturas, temperaturas, alojamiento, y otros detalles . Todo decidido, partimos a Veracruz junto a Eduardo Quiroz, encargado de conducir un vehículo en el que transportaríamos lo pesado del equipaje, y Guillermo García, periodista de un diario de Ciudad de México, al que acompañaba Jorge Soto, fotógrafo.

Interior y exterior de la primera capilla católica de la América continental, en la Antigua, estado deVeracruz, primera etapa de la difícil y larga ruta que Cortés emprendió hacia Tenochtitlan en 1519. Le acompañaba Bernal Díaz del Castillo, quien dejaría el relato de la hazaña para la posteridad.
En esta tranquila playa (Villa Rica, Veracruz), fue donde Cortés hizo hundir sus naves, barrenándolas.
Ruinas de Cempoala. Las hermosas pirámides del lugar, hoy están en proceso de reconstrucción.

No se trataba sólo de caminar por placer, aunque esta había sido la razón que había llevado a Dultzin a realizar tantas caminatas con anterioridad. Esta vez queríamos llamar la atención de los medios de comunicación y de las autoridades, a fin de que se construyan veredas a un costado de las carreteras, para que no haya tanto peligro para el caminante por los vehículos que pasan casi rozándolo. También queríamos estudiar la posibilidad de que se levanten albergues a intervalos de 30 ó 50 Km, en donde puedan pernoctar los caminantes. Las veredas, además, servirían para que los campesinos puedan utilizarlas en sus bicicletas, sin correr peligro.

También pensábamos en que la Secretaría de Educación Pública estableciera un servicio de guías, maestros de Historia, que explicaran a los excursionistas los datos y la significación de los lugares incluidos en la ruta de Cortés, para así revivir mejor el pasado.

El 29 y el 30 de abril, fueron llegando a Veracruz aquellos que nos acompañarían en el trayecto por unos pocos días, ya que debían regresar a México por razones de trabajo. Solamente cinco de nosotros haríamos el viaje completo.

La salida fue el 1° de mayo a las 7:30 a.m. Al partir, la mayoría casi se pone a correr. Se notaba que no tenían pensado caminar más de uno o dos días. Jacobo y yo, que sabíamos mejor lo que nos esperaba, fuimos quedándonos atrás. Poco a poco, nos alejábamos del puerto de Veracruz, lugar de entrada de los teúles (dioses) blancos hace más de cuatro siglos y medio. Nosotros, al menos, llevábamos un rumbo cierto, pero aquellos colonizadores del siglo XVI no tenían idea de los peligros que podría reservarles el interior de un país desconocido.

El burro, todavía hoy en día, es un buen auxiliar para el campesino mexicano. Hernán Cortés y Bernal Diaz del Castillo

Hernán Cortés y Bernal Diaz del Castillo

La conquista de lo que se llamaría América Latina, por parte del Imperio Español, comienza en las Antillas y en México. En este país, sus personajes fundamentales, aunque por muy diferentes razones, fueron Hernán Cortés y el cronista Bernal Díaz del Castillo.

Cortés nació en 1485, en Medellín, ciudad de la región de Extremadura, España. Don Martín, su padre, deseaba que su hijo hiciera carrera en lo civil, por lo que lo envió, a los catorce años, a la Universidad de Salamanca, donde podría formarse como teólogo o jurista. Pero, justamente en su viaje a caballo a Salamanca, el joven Cortés oyó asombrosos relatos de parte del dueño de los animales, un arriero al que llamaban Picos Pardos, y que había recorrido mucho mundo y conversado con uno de los indígenas que habían sido llevados a España, así como con varios marineros, los que le habían manifestado que había mucho oro en el Nuevo Mundo.

Cortés estudió dos años en Salamanca y entró a trabajar en casa de un escribano en Valladolid. Por fin, a la edad de 19 años, se va a la Española (Santo Domingo), donde se establece como granjero y escribano del Ayuntamiento de Azúa.

Se queda allí unos siete años y, en 1511, pasa a Fernandina (Cuba) en un grupo de naves a cargo de Diego Velázquez. Se realiza la conquista de la isla y Cortés ocupa los cargos de Secretario del Gobernador y Tesorero del Rey.

Todo le iba de maravillas, hasta que llegan cuatro hermanas a Cuba, casándose Velázquez con la mayor. Cortés se relaciona con la menor, pero se resiste a casarse, por lo que Velázquez lo mete en la cárcel. Cortés acepta el matrimonio y todo se arregla. Velázquez, que era Gobernador, lo nombra Alcalde de Santiago de Cuba.

Cada vez es más grande el interés en la isla por partir a la Tierra Firme. Al fin sale una expedición, a cargo de Francisco Hernández de Córdoba, quien llega a Campeche, pero, ante la dura batalla que dan los indígenas, regresa a Cuba. Velázquez organiza una segunda expedición, bajo las órdenes de Juan de Grijalba. El 24 de junio de 1518, llegan a las costas de Veracruz, de donde Grijalba manda a Pedro de Alvarado de regreso en una carabela, con oro, enfermos y noticias. Viendo el gran negocio que podía resultar de una expedición mejor preparada, Velázquez se decide a mandar una tercera, y nombra a Cortés como su capitán. Esta expedición sale de Santiago de Cuba el 18 de noviembre de1518.

Se cree que Bernal Díaz nació alrededor de 1492. Con experiencia en aventuras, en 1514 ya buscaba fortuna en Panamá. Pasó cuatro años en las Antillas y participó en dos expediciones a Yucatán. Sabía que el oficio de explorador era romántico, pero muy duro. En un estilo no muy depurado, Díaz del Castillo relata muy gráficamente lo que es ser explorador, en su Verdadera Historia de la Conquista de la Nueva España, que escribió de los 70 a los 76 años de edad en Guatemala, donde se asentó al poco tiempo de acabar su aventura con Cortés.

Aun en los pueblos más pequeños de la ruta, se nota lo elaborado de la arquitectura religiosa: cúpula árabe (estilo traído por los españoles) y colorido indígena.
Enorme escultura olmeca, a la salida de Jalapa.

Exploradores 1982

Seguíamos caminando. El primer día es quizás el más duro. Todo los dolores imaginables afloran: en las rodillas, espalda, pies, muslos, etc. Pero llegamos a la Antigua y vimos la primera iglesia católica construida en el continente, así como la casa en que vivió Cortés, la que parece un basural. Es triste ver cómo los monumentos históricos están abandonados. No hay nadie que informe de nada, fuera de la gente que vive por allí y que sabe bastante poco de estos señores que cruzaron el mar en busca de fama y fortuna.

También visitamos Cempoala y Villa Rica. Esta última fue el lugar de desembarco de Cortés, donde se dice que quemó sus naves. Según los historiadores, no fue así. Cortés las hizo barrenar para que se hundieran. En Cempoala hay hermosas pirámides que están siendo reconstruidas, pero en Villa Rica sólo hay una playa con algunas casas de pescadores. La playa es hermosa, de suaves arenas, palmeras y montes. Es una región aún casi virgen.

De regreso en la Antigua, nos ponemos en camino a Cardel, desde donde tomamos la carretera a Jalapa, pasando por los pueblos de Tamarindo, Palo Gacho, Plan del Río, Corral Falso, Miradores y Dos Ríos, hasta llegar a Jalapa, capital del estado de Veracruz.

Fueron duros días, ya que el calor estaba por sobre los 30° C, con esa humedad propia de la zona tropical. Todo se nos hacía cuesta arriba, y no metafóricamente, ya que nos encontrábamos subiendo laderas y montes, para luego bajar y subir otros. Se hacía pesado. El sudor lo empapaba todo, la boca se iba secando, los pies pedían descanso. Al fin vimos un puesto de frutas juntó a la carretera, donde vendían cocos. Ahí estaban, dispuestos a quitarnos la sed.

Seguimos nuestro ascenso, y a ratos nos parecía que todo es difícil y negativo en una caminata, pero ahí nos quedaban, el paisaje y esos campesinos de sabiduría milenaria con los que nos deteníamos a conversar. Son hombres que se nutren de la tierra y no sólo en lo físico sino en su espíritu, por lo que llevan dentro un sentir eterno que extraen de esa tierra que les da la fuerza y el saber de la vida.

El autor, VIadimir Huber, hace amistad con una oveja, cerca del lago Alchichica.
Pobladores de la misma zona.

De Jalapa a Tlaxcala

Jalapa es una hermosa ciudad en el estado de Veracruz, en la cual ya se siente que quedó atrás el clima tropical y que se ha entrado en la montaña. Tuvimos numerosas entrevistas de prensa y radio, al igual que había venido ocurriendo a lo largo de toda la ruta, y seguimos hacia la Joya, Sierra de Agua, Perote, Guadalupe Victoria, Alchichica, Zalayeta, Zacatepec, Cuapaxtla, Huamantla, Cuauhtémoc y Apizaco, para llegar por fin a Tlaxcala.

Durante la caminata, al ir por el costado izquierdo de la carretera (el más seguro, ya que los vehículos se ven venir de frente), saludábamos constantemente a los choferes de los camiones de carga. Muchos ya nos conocían, pues en sus idas y venidas se habían cruzado varias veces con nosotros. Los automovilistas, en cambio, no saludan. Van ensimismados en su mundo personal y no levantan la mano para decir adiós. En la calle principal de Perote, conversaban varios choferes traileros y, cuando nos vieron, nos fueron a saludar y a preguntarnos si estábamos pagando una «manda», o si se nos había acabado el dinero para el autobús a la Ciudad de México. En caso de que fuera esto último, nos ofrecieron darnos dinero para el pasaje. Les explicamos la razón de caminar, nos h icimos unas fotos con ellos, y nos despedimos, agradecidos por la bondad de aquellas gentes sencillas.

Catedral de Apizaco, Tlaxcala.
El Lic. Tulio Hernández, Gobernador de Tlaxcala, de chaqueta marrón, nos acompañó unas horas en la caminata.

Yo iba ya sintiendo el rigor del esfuerzo, los cambios de clima tan bruscos, la subida y bajada de montañas, la sed, y otros factores que ayudaron a que me cayera encima una gripe como no había tenido en mucho tiempo. Pese a que me resistí, tuve que quedarme dos días en cama en Perote, ciudad del estado de Veracruz, que se encuentra a 2.465 m de altura. Antes de llegar a Perote, había tramos en los que no se veía a más de quince metros de distancia, por la lluvia y la bruma.

Pensábamos si eso era realmente México, la tierra del calor y del sol eterno, de la luminosidad que todo lo invade. Más parecía Irlanda o Suiza, pero no; era México, que nos presentaba una forma más de mostrar la enorme variedad de su clima, lo que le permite tener una gran riqueza en su flora y en su fauna, pero para conocer a este otro México hay que estar muy preparado.

Jacobo, a sus 59 años de edad, y habiendo tenido hace poco una operación de los pulmones que casi le quita la vida, seguía tan campante, como si nada, y yo, que debía dar muestras de mi juventud, me encontraba tirado en cama, adolorido en todas las partes de mi cuerpo, por la caminata y la gripe. (Claro que Jacobo había realizado numerosas caminatas por Europa, el Medio Oriente, el norte de México y los Estados Unidos.) Pero me recuperé (la verdad que sólo a medias), y continué mi peregrinaje junto a mis compañeros de ruta.

En Tlaxcala fuimos recibidos por el Gobernador del estado, Licenciado Tulio Hernández, quien junto a su secretario, el Dr. Sabino Yano Bretón y su hermana Paz, nos acompañaron en la caminata durante unas horas del día siguiente, luego de haber disfrutado de la gran hospitalidad de la familia Yano Bretón. Nos dirigimos entonces rumbo a la ciudad de San Martín Texmelucan, en el estado de Puebla.

El maguey y las flores del nopal, dos plantas tan vinculadas a México.

Alteración de la ruta

Aquí es donde difieren un tanto la ruta de Cortés y la que hicimos en la caminata, ya que de haber ido a Cholula, como lo hizo Cortés, hubiéramos tenido que emplear días adicionales, por lo que se decidió ir de Tlaxcala a San Martín Texmelucan, para tomar allí la carretera que va rumbo a la ciudad de México.

De Tlaxcala, Cortés salió hacia Cholula, donde se le recibió muy bien y se le hicieron grandes regalos, pero supo que, en realidad, aquello era una celada, por lo que ordenó un terrible escarmiento: una matanza que duró varias horas.

Tras descansar un poco y recibir a delegados de otros pueblos que venían en son de paz, y a nuevos enviados de Moctezuma, salió hacia Tenochtitlan. Moctezuma le había enviado diversos regalos, pero previniéndole de no ir a Tenochtitian.

Los españoles salieron de Cholula, tomando el Paso de Cortés, que está entre los dos volcanes que, en los días claros, sin nubes ni demasiada contaminación, se ven desde la ciudad de México: el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl.

Nosotros, a pesar de que en esta última etapa del recorrido, no fuimos fieles a la ruta del conquistador, llegamos a la ciudad de México plenamente satisfechos de la experiencia vivida, enriquecedora en todos los aspectos, y mucho más compenetrados que antes con México, con su pasado histórico, con sus paisajes, con sus gentes tan distintas, pero sin duda unidas en lo sustancial por un denominador común. Y, sobre todo, volvimos llenos del propósito de emprender en el futuro aventuras similares. Quizá podamos hacer a pie algún día la ruta de las Pirámides Mayas y también la ruta de la independencia. Si alguien me pregunta hoy cuál es la mejor forma de conocer, comprender, y amar a México, la respuesta es obvia: ¡Caminarlo!