Geomundo
En la ruta de los carteros descalzos
de la Florida
Texto y fotografías: Vladimir Huber
El calor pegaba duro; el sudor nos empapaba de la cabeza a los pies. De vez en cuando, parábamos a comernos unas naranjas que vendían cerca de la playa. Era mi segunda caminata con Jacobo Dultzin, el famoso andarín mexicano. En la anterior, habíamos recorrido en México la ruta del conquistador Hernán Cortés. En ésta, habíamos partido de la ciudad de Miami para llegar hasta Vero Beach, en el estado de Florida: una distancia de 241 Km en diez días. Era la ruta de los carteros descalzos, hoy olvidados.
Si acaso se les recuerda en alguna parte, es sólo en Florida, y hasta en las mejores bibliotecas es difícil encontrar algo sobre ellos, salvo la novela The Barefoot Mailman (El Cartero Descalzo), de Theodore Pratt, un autor casi desconocido.
Este olvido me parece injusto, ya que estos carteros arriesgaron sus vidas para servir a los pocos habitantes que, en las dos últimas décadas del pasado siglo, vivían en Florida (admitida como estado de la Unión en 1845). Pero en Hillsboro Beach, una playa atlántica de Florida, al sur de la popular ciudad de Boca Ratón, hay un hotel que se llama The Barefoot Mailman, y su director, Mark Losee, me conectó con Angela Haggerty, una mujer que ha dedicado años a recolectar información sobre el tema. Gracias a ella, me decidí a emprender la caminata junto con Dultzin.
Los primeros días son duros en toda caminata. En esas primeras etapas, los pies y el cuerpo necesitan acomodarse al terreno, temperatura, humedad, y otras características del área. La relación entre caminante y ruta es como la que surge en una pareja: roces iniciales, cierta agresividad de un lado y otro, incomprensiones que no siempre son fácilmente sondeables … hasta que el tiempo, ese gran amigo, todo lo aclara y nos ayuda a adaptarnos.
En este recorrido, castigados por un tórrido sol, pero gozando de la brisa y de las playas, hablamos mucho de los carteros descalzos de antaño y, en especial, de uno de ellos, James Edward Hamilton, que dio su vida en cumplimiento de su deber.
No hay duda de que los perros y el mal clima son los peores enemigos de los carteros de hoy, pero cuando hablamos de los carteros descalzos nos estamos refiriendo a la Florida de hace un siglo, pues ellos trabajaron desde 1885 ó 1886 hasta 1893, de Palm Beach a Miami. Y aquel terreno era un gran pantano, sin caminos en la costa y sin huellas, es decir, sin senderos para caminantes, pues la población indígena (seminoles en su mayoría) usaba principalmente los ríos como vías de comunicación.
Los carteros descalzos debían cubrir por playas un trecho de 129 Km, y remar, en un bote de 3,5 m de eslora, una distancia adicional de 90 Km. El viaje de ida y vuelta les llevaba desde el lunes hasta el sábado, ambos inclusive. Hoy, en Florida abundan los puentes que cruzan sobre las desembocaduras de los ríos. Entonces no los había, y los carteros debían recurrir, varias veces en el trayecto, a botes de remo, lo que sería causa indirecta de la muerte de James Edward Hamilton.
Hamilton, oriundo de Kentucky, empezó a trabajar como cartero en 1887. El 10 de octubre de ese año, salió de la oficina de correos de Lake Worth (3 Km al norte de Palm Beach) hacia el sur, a la oficina de correos de Hypoluxo. Llevaba su uniforme azul, la gorra, el machete al cinto y la bolsa de correos, de lona impermeable, colgada al hombro. Su primer descanso sería en lo que hoy es DelRay Beach, en el refugio de Orange Grove, cuyo encargado era Stephen Andrews.
Siempre se le recibía allí con alegría, pues era el único portador de noticias, pero esta vez el que tenía noticias era Andrews, y algo inquietantes. Había visto a un hombre desconocido por la playa, en dirección sur, lo que era raro, pues en esa época nadie vivía entre Hypoluxo y Miami, fuera de los encargados de los dos refugios (el de Delray Beach y el de Fort Lauderdale).
Al día siguiente, Hamilton reanudó su marcha al sur y, al llegar en la tarde al río Hillsboro, no halló su bote en la orilla. El río estaba muy crecido y la fuerza de la corriente arrastraba a muchos caimanes, que se mezclaban con los tiburones en la desembocadura. Pero Hamilton decidió que tenía que seguir, cruzando el río a nado para recuperar su bote en la orilla opuesta y luego retornar a buscar su ropa y su bolsa de correspondencia. Y eso fue todo lo que se encontró de él. Caimanes y tiburones deben haber acabado con su vida. Hoy, en el sitio, una piedra grabada recuerda su hazaña.
En 1968 se discutió la emisión de una estampilla para honrar la memoria de los carteros descalzos de Florida, pero no fue aprobada … por temor a que «rebeldes» carteros jóvenes de California (era la época de los hippies) quisieran repartir descalzos la correspondencia, como señal de no conformismo con la sociedad. Esto me hizo pensar en la lealtad de Hamilton a su trabajo … y me alegré de que nunca hubiera llegado a conocer esta noticia.