Carta a un sobrino

Vladimir Huber > Poesía > Carta a un sobrino

Barcelona, Mayo, 1977

Carta a un sobrino

Por Vladimir Huber

Querido Erik-Paul:

Ya ha entrado oficialmente la primavera; una nueva estación, más alegre y seductora nos viene al encuentro. Se detiene, nos mira y nos invita, porque ya es hora de que el frío y la humedad invernales vayan quedando atrás; que la soledad otoñal con su melancolía de viejas tradiciones, acompañen sólo a recuerdos marchitos que son parte exclusiva del pasado. Un pasado de privaciones y sufrimientos, pero también, de atardeceres en flor, meditativos y serenos cual gatos caseros.
Sobrino querido, la vida puede ser un juego, pero luego te vas dando cuenta de que el juego era un engaño, una forma de hacerte creer que todo era bonito y sonriente, y luego te enteras de que hay gente que se muere de hambre, otros que se odian por ser de piel, religión o filosofía, diferentes.
A tu corta edad tienes una vida llena de interrogantes por delante, condicionada por una serie de factores socioeconómicos, culturales, religiosos, ideológicos, etc., pero no te sientas tan indefenso, porque si buscas con honestidad, te irás dando cuenta de que hay mucho que puedes hacer por ti y por los demás. Eres un niño, pero a veces dudo, porque he visto a demasiados niños ser más maduros que los mayores. ¡Si tan sólo los mayores escucharan a los niños, el mundo no sería una sucesión de guerras! Ni estas serían un negocio tan grande o una cantera de héroes sangrientos. A medida que vayas encontrando la paz en tu persona, irás deseando la paz a tu alrededor, y un poco más allá.
Te escribo como a un hombre grande, quizá, porque a tu edad me hubiera gustado que alguien me tratara así. Tengo que reconocer que tu papá me supo comprender algo y me tendió una mano, más como hermano que como alguien mayor. Hasta hoy le estoy agradecido.
Por todo esto, me gustaría que me consideraras más un hermano que
un tío, porque si te detienes un poco y lo piensas de verdad, ¿acaso no somos todos hermanos?
Eres bien joven, pero en realidad la juventud no se mide con los años. Conozco a viejos de quince, veinte y veinticinco años de edad, y jóvenes de ochenta. Tu espíritu es el que te alienta y conduce a ideales más altos: a una humanidad más hermanada, a un mundo más en paz, y de la verdadera.
Busca y encontrarás.
Si no entiendes lo que te digo, no te apures. Tienes toda la vida para comprenderlo. Guarda esta carta y vuelve a leerla dentro de un tiempo.

Te quiere,

Vlady