Buscando el norte

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Rotterdam, Holanda, 27-2-77

Buscando el norte

Por Vladimir Huber

Miro a mi alrededor
casas de blancas ventanas y techos en punta
angostas puertas, unas muy juntas a las otras
niños en bicicleta camino a la escuela
coches, pero pequeños, polución pequeña
un pueblo que busca entre lo material y lo espiritual
ese equilibrio que pocos han conseguido

Miro a mi interior
y veo que la búsqueda continúa
que el equilibrio deseado aún no ha llegado
quizá por ello mismo, dirán por ahí
pero si encontramos es porque buscamos
equilibrio y armonía no llegan por casualidad
que lo influimos todo, no
pero que no influimos nada, tampoco

En noches solitarias y tardes de añoranza
evoco el recuerdo tibio de manos suaves y ojos dulces
el calor de un cuerpo, pero más que eso, mucho más
comunicación y compañía en un entregarse mutuo
sin restricciones ni posesiones, ni prisas
otros tiempos, más libres y jóvenes
más irresponsables, en el sentido tradicional de la palabra
y aquí estoy, más responsable y con la barriga más apretada

Continúo la búsqueda
¿es que se ha de detener?
hace tiempo escuché, que más que buscar respuestas
he de encontrar mejores preguntas
y sigo preguntando, dejando que el niño en mi interior
crezca y recorra, toque y abra los ojos, crezca y ría
que viva y respire, corriendo a campo libre
jugando con animales y niños, seres naturales
ya que mientras siga siendo niño
estaré seguro o casi, ya que, ¿qué es seguro?
mejor decir, me sentiré más tranquilo
sabiendo que en mi interior yace y vive un niño
vibrando con sus colores mil

Y siguiendo hacia el norte llegué a Holanda. El país que le ganó al mar, si es que se puede vencer a la naturaleza, aunque interpretaciones hay muchas.

¿A dónde iré ahora? Quizás al Oeste, saltando mares y saludando gentes que jamás vi. ¿Me he visto yo? Puede que me llegue a reconocer algún día, aunque la imagen no esté del todo clara, y en vez de volarme en floridas palabras, me limite a sonreír y a mover la cabeza de arriba a abajo, lentamente, como si reconociera que el tiempo es invención humana y el día y la noche una ilusión. ¿Qué pensará un esquimal del irse a la cama cuando cae el sol?

Porque no sólo eran niños los que iban en bicicleta, sino que abuelos y abuelas, con sus pelos color de nieve y sus caras con las huellas que va dejando el recorrido por la vida. Pero en cada pedal se entregaban completos, aunque lo hicieran sin prisa.

Admiro y respeto a los pueblos que andan en bicicleta. Mientras menos fuerza y riqueza se necesitan demostrar, mayor es la fuerza y riqueza interna de cada ser, y por ende, de la sociedad que forman. Lo vemos mirando al pasado y también hoy en día.

Rotterdam, 1-3-77